LIBRES DE INIQUIDAD 1° Parte
Comenzaremos diciendo que no existe iniquidad en Dios.
Deuteronomio 32:4-5
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto. La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa.”
Si la mancha es de los hijos y no de Dios, si la torcedura es nuestra y somos generación perversa ¿De dónde la adquirimos?
Cuando Dios creó a Luzbel en el cielo, lo hizo para que dirigiera la alabanza y la adoración, para que comandara a los querubines en el cielo, y todo era perfecto; hasta que la iniquidad subió a su corazón, y fue lleno de maldad, la cual fue dada a luz en forma de rebelión y altivez.
Luzbel llegó a hacerlo tan bien, que quiso la alabanza y la adoración para sí mismo.
Este ser creado por Dios ahora se volvía contra su Creador, convirtiéndose en fuente de maldad, de iniquidad, de torcedura, de transgresión.
Ezequiel 28:14-16
“Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en tí maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras de fuego, oh querubín protector.”
Está claro que Luzbel fue lleno de iniquidad y por eso pecó. De esa manera, la serpiente antigua (antes Luzbel) tentó y engañó a la mujer y esta a su vez tentó y sedujo al varón; el género humano, el hombre creado por Dios a Su imagen y semejanza fue ahora también infectado de iniquidad.
- 》De aquí en adelante, cada ser humano fue concebido y engendrado bajo iniquidad y pecado:
Salmos 51:5
“He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.”
Job 15: 14-16
“¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio, Y para que se justifique el nacido de mujer? He aquí, en sus santos no confía, Y ni aun los cielos son limpios delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre abominable y vil, Que bebe la iniquidad como agua?”
No hay ni uno de los engendrados de carne y sangre que pueda decir que ha nacido limpio.
La iniquidad vino en nuestros tuétanos, en nuestro hombre interior, en nuestros miembros. No hay nadie que pueda decir “yo era bueno”, porque la maldad vino cincelada en nosotros.
La iniquidad es la esencia de maldad adherida en nuestro interior, la que nos mueve a realizar actos que ofenden a Dios y se llaman pecado. Nuestro corazón y nuestra mente maquinan iniquidad.
Salmos 58:1-2
“Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres? Antes en el corazón maquináis iniquidades; hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra.”
Salmo 38:4
“porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí.”
Éxodo 34:6-7
“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.”
La Palabra de Dios hace una clara distinción entre iniquidad, rebelión y pecado; realmente son tres conceptos diferentes, pero lo que Dios visita es la iniquidad. La iglesia ha tratado estos tres conceptos indistintamente.
Por alguna razón el enemigo ha colocado un velo sobre nuestros ojos para que no entendamos el concepto tan importante de que también por nuestras iniquidades necesitamos venir a la cruz del Calvario, como lo hicimos para recibir perdón de los pecados.
Cuando venimos a Cristo para recibirle, vamos a la cruz para tomar de la provisión de Su gracia dada a nosotros hace dos mil años, para borrar no sólo los pecados, sino también las iniquidades y las rebeliones.
Necesitamos tomar el paquete completo, incluirlo, declararlo.
Es la iniquidad la que viene a causar división entre nuestro espíritu y el de Dios; pero sabemos que el que a través del sacrifico de Cristo se une a Dios, se vuelve un espíritu con Él.
1 Corintios 6:17
“Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.”
De igual manera, cuando la iniquidad de nuestro corazón se interpone entre Dios y nosotros, dejamos de ser uno con Él; entonces es que nos vamos en pos de nuestro propio corazón, nuestros vanos deseos, es entonces que nuestro interior maquina maldad y la iniquidad engendra algo que se da a luz con el nombre de pecado. Si no pedimos ser limpiados de la iniquidad, siempre tendremos dentro de nosotros una fuente de mal.
Eclesiastés 8:11
“Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal.”
Isaías 59:1-4
“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua. No hay quien clame por la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades; conciben maldades, y dan a luz iniquidad.”
La iniquidad a su vez es transmitida en los genes de padre a hijo, a nieto, a bisnieto.
En el Antiguo Pacto Dios había ordenado una ceremonia especial para expiar la iniquidad, así como el pecado y la rebelión; entre los rituales que se llevaban a cabo en el Tabernáculo de Moisés. Recordemos que Dios siempre ha tratado las tres áreas o fuentes: la iniquidad, el pecado y la rebelión.
Levítico 16:21-23
“Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y los enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto.”
La iniquidad de nuestros antepasados tiene efecto y peso sobre nosotros, es como si fuéramos amontonando iniquidad sobre iniquidad y a su vez añadiendo la propia, a causa de nuestras acciones. De esta forma vamos acumulando más y más asideros del enemigo, tanto para nosotros mismos como para nuestros hijos.
Isaías 65:6-7
“He aquí que escrito está delante de mí; no callaré, sino que recompensaré, y daré el pago en su seno por vuestras iniquidades, dice Jehová, y por las iniquidades de vuestros padres juntamente.”
Salmos 79:8
“No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados; vengan pronto tus misericordias a encontrarnos, porque estamos muy abatidos.”
Cada vez que nosotros sembramos iniquidad, vamos a cosecharla también:
Proverbios 22:8
“El que sembrare iniquidad, iniquidad segará, y la vara de su insolencia se quebrará.”
Esto es real y delicado, no sólo en nuestra vida personal, sino como líderes cristianos, pues la iniquidad sembrada como pastores, vamos a cosecharla en las ovejas.
Me impresiona ver el caso del sacerdote Elí, el cual no estorbó a sus hijos y fue juzgado por Dios, no por el pecado en sí, sino por su iniquidad.
1 Samuel 3:12-14
“Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho contra su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.”
Cuando veo a Elí no puedo separarlo del ministerio y liderazgo de la iglesia de hoy, donde sus hijos representan nuestros hijos espirituales, nuestras ovejas. Si no les estorbamos a ellos su pecado, nosotros seremos juzgados por nuestra iniquidad.
Como atalayas de Dios hemos sido puestos para estorbar a nuestros hijos espirituales en relación a sus actitudes.
Muchas veces como líderes espirituales somos envueltos sentimentalmente, lo cual obstruye nuestro discernimiento y bloquea nuestra libertad para corregir y disciplinar.
Mientras haya iniquidad y perversión en nosotros, el ocultismo, la adivinación y brujería tienen efecto contra nosotros. No basta confesar nuestros pecados, no basta intentar cerrar puertas abiertas, necesitamos ser limpiados de iniquidad propia o heredada, veamos:
Números 23:20-23
“He aquí, he recibido orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla. No ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel. Jehová su Dios está con él, y júbilo de rey en él. Dios los ha sacado de Egipto; tiene fuerzas como de búfalo. Porque contra Jacob no hay agüero, ni adivinación contra Israel.”
El día que no encuentre Dios iniquidad en nosotros, ese día estaremos inmunes contra la brujería, la adivinación, la falsa profecía y el ocultismo; ese día nuestra casa espiritual será restaurada y nosotros y los muros de nuestra congregación serán reedificados. Es decir, que mientras la iniquidad está en nosotros, nuestro cuerpo es vulnerable a efectos y ataques de las tinieblas, aunque nuestro espíritu no puede ser afectado.
Ezequiel 36:31-33
“Y os acordaréis de vuestros malos caminos, y de vuestras obras que no fueran buenas; y os avergonzaréis de vosotros mismos por vuestras iniquidades y por vuestras abominaciones. No lo hago por vosotros, dice Jehová, sabedlo bien; avergonzaos y cubríos de confusión por vuestras iniquidades, casa de Israel. Así ha dicho Jehová el Señor: El día que os limpie de todas vuestras iniquidades, haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas serán reedificadas.”
Es interesante ver bíblicamente que también las iniquidades necesitan ser perdonadas por Dios, al igual que los pecados.
▪︎》Si el pecado es borrado pero queda la iniquidad, queda la capacidad de producir pecados.
Recordemos que la iniquidad es la naturaleza caída en nosotros, la cual nos inclina a hacer lo malo, y que una vez ejecutada, le llamamos “pecado.” El Señor Jesucristo murió por nuestras iniquidades.
Isaías 53:10-12
“Con todo esto, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.”
Salmos 103:3
“Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias.”
Hemos de venir a Jesús con un corazón humilde, suplicándole que perdone nuestras iniquidades personales y las de nuestros antepasados, pedir a Dios Su misericordia para que seamos establecidos en Su verdad y Su justicia; pero al mismo tiempo con la convicción de que somos Sus hijos y que tenemos derecho a todo lo que Él conquistó para nosotros en la cruz, por el derramamiento de Su sangre preciosa.
Salmos 103:9-10
“No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.”
En verdad nuestro Dios ha sido misericordioso.
Miqueas 7:19
“Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar nuestros pecados”.
Hebreos 8:12
“Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.”
Romanos 4:7
“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.”
Necesitamos pedir al Señor que nos ayude y ordene nuestro caminar y nuestros pasos con Su Palabra, para no andar en iniquidad.
Salmos 119:2-3
“Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan; pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos.”
Salmos 119:133
“Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí”.
El Apóstol Pablo en sus epístolas nos habla claramente de ya no ser esclavos del pecado, que este ya no se enseñoree de nosotros, esa es la victoria, eso es vivir en gracia, pero es necesario que el Dios de Santidad nos limpie, de toda la iniquidad que fue escrita en nosotros desde el vientre de nuestra madre, y que ordene nuestra vida con Su Palabra de Verdad.
Romanos 6:19
“Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.”
Hemos de entregar todo nuestro ser, aún nuestros miembros para que ya no sean instrumentos de iniquidad, sino de bendición.
LIBERACIÓN DE INIQUIDADES
Isaías 1:15-17
“Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.”
Para ser libres de la iniquidad el Señor nos envía a:
1- Lavarnos y limpiarnos
2- Quitar la iniquidad de las obras
3- Dejar de hacer lo malo
4- Aprender a hacer el bien
5- Buscar el juicio
6- Restituir al agraviado
7- Hacer justicia al huérfano
8- Amparar a la viuda
La Biblia nos habla de “Trono de Iniquidades.”
Salmos 94:20
“¿Se juntará contigo el trono de iniquidades que hace agravio bajo forma de ley?”
Pero entendemos que hay un Rey de Gloria que está sentado en el supremo trono, para juzgar toda iniquidad y toda injusticia.
Debemos anhelar este enfrentamiento, este juicio justo de Dios, para que el Rey de Gloria sea entronado en nuestro corazón, en nuestra iglesia, en nuestra ciudad.
Esto es verdadera liberación, este es el fruto de justicia.
INIQUIDAD Y PECADO vs UNCIÓN
La iniquidad y el pecado en nuestra vida traen consigo efectos en el alma, tales como depresión, opresión, olvidos, insomnio, trastornos nerviosos y demás.
También es afectado nuestro cuerpo físico con enfermedad; entre las enfermedades más claramente identificables como consecuencia del pecado y la iniquidad podemos enunciar: Artritis, alergias, migraña, gastritis, asma. Hay una relación directa entre la iniquidad en una persona y malestar en sus huesos.
Salmo 31:10
“Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido.”
Misteriosamente la unción es depositada en los huesos de las personas; podemos ver diversas Escrituras que nos arrojan luz al respecto.
2 Reyes 13:21
“Y aconteció que al sepultar unos a un hombre, súbitamente vieron una banda armada, y arrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo; y cuando llegó a tocar el muerto los huesos de Eliseo, revivió, y se levantó sobre sus pies.”
Salmos 34:20
“El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado.”
Juan 19:36
“Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo.”
Pareciera que José, el hijo de Jacob hubiera recibido revelación en relación a la unción que reside en los huesos de un hijo de Dios, aun después de muerto.
Hebreos 11:22
“Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.”
Asimismo la iniquidad y el pecado hacen que se fugue la unción y los huesos pierdan vida, es por ello que el pecado produce en nosotros muerte espiritual y hasta física.
David decía que mientras él había callado su pecado, sus huesos habían envejecido.
Mantener oculto en nosotros el pecado, la iniquidad, la maldad, es como si tuviéramos un cáncer no detectado; este avanza, nos corroe, nos va quitando vida, se disemina por el cuerpo. Cuando el tumor o el foco es identificado, este es extirpado, es eliminado y es parada la contaminación.
Salmos 32:3
“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.”
La confesión es parte esencial de la liberación que a su vez trae sanidad; cuando confesamos, Dios nos restaura y restituye la vida espiritual, sanando también nuestros huesos.
Jesús dijo a través del apóstol Santiago, que cuando alguien estuviera enfermo, se buscara a los ancianos de la iglesia para que lo ungieran con aceite y que si hubiera pecado, este fuera perdonado.
Jesús dejó autoridad a sus discípulos para retener o remitir los pecados que les fueren confesados.
Santiago 5:14-16
“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.”
Juan 20:23
“A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.”
Una vez que el pecado es confesado, la iniquidad es expuesta a la luz y ya el diablo no puede operar, porque él sólo opera en tinieblas.
Cuando vuelve la luz, es devuelta la vida y la salud a los huesos, viene el vigor y la fortaleza.
Los huesos son esenciales para sostener al cuerpo, además dentro de ellos se elaboran las células rojas de la sangre.
La Escritura dice que en la sangre está la vida; cuando los huesos se envejecen ya no se producen células vivas, viene la anemia. De igual forma esto ocurre en lo espiritual.
Isaías 58:11
“Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan.”
La Biblia nos ilustra acerca del poder que tiene la Palabra Profética para producir vida en los huesos.
Ezequiel 37:11-14
“Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.”
Ahora bien, volviendo al tema de la Iniquidad, el Señor nos dice a través del Profeta Oseas:
Oseas 14:2
“Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios.”
La Palabra de Dios nos dice que esa iniquidad, que es la misma naturaleza caída del hombre, será eliminada finalmente con “el espíritu de Su boca y el resplandor de Su venida”.
2 Tesalonicenses 2:7-10
“Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.”
Sabemos que ya Cristo crucificó nuestras iniquidades en la cruz, pero hemos de traer por gracia, Su Palabra y Su naturaleza a todo nuestro ser, hasta eliminar la iniquidad de nuestra alma.
Cuando hablamos del “Resplandor de Su Venida”, no hablamos de la segunda venida de Cristo, sino de Su venida de nuestro espíritu a nuestra alma, llenando cada rincón de nuestro ser, inundándolo del temor de Jehová y venciendo la naturaleza pecaminosa.
HERENCIA ESPIRITUAL MALIGNA
Aunque la iniquidad es la fuente de todo pecado, me atrevo a considerar que “La Iniquidad” es parte de nuestra herencia espiritual, a través de la cual el enemigo atrapa a los hombres.
Cuando la iniquidad personal se suma a la iniquidad y los pecados de cada uno de nuestros antepasados, se forman columnas de iniquidad, que van dando como fruto, más y más pecados.
Este tema ha traído mucha revelación y es de suma importancia para la liberación personal y congregacional.
Acá pues vamos a tocar el importante tema de las maldiciones generacionales, así como el de ataduras impuestas por espíritus familiares, todo ello como parte de la herencia espiritual maligna.
Hablaremos de esto en la Segunda parte de esta enseñanza.
Atte. Apóstol José Luis García a los pies de Cristo.